Común & Silvestre

Escritos

 

Diez.

 
 
Abril 2020.

Abril 2020.

...tener estos detalles rutinarios a los que amarrarnos cuando todo lo demás parezca incierto.
— Común & Silvestre
 

Llevo 10 fines de semana de venir a acompañar a Meña. Nuestros almuerzos cada día se extienden más. Su buena cuchara marca el inicio y conversamos largo y tendido hasta que el llamado a la siesta marque el final. Cada día me comparte anécdotas de tanto que se ha vivido en esta casa, dice ella; de tanto que ha vivido ella, pienso yo. 

Interrumpe sus relatos para señalarme la ardilla que se roba la fruta de los pájaros, el pájaro que reposa en una rama, la rama que hospeda a una nueva flor, la flor que ya se apagó a causa de la lluvia. Y así de pronto, vuelve a sus historias. 

No hablamos tanto del futuro, imagino porque a sus casi 85 años hay mucho más camino ya recorrido para repasar, que lo que pensaría uno queda hacia adelante. 

Pero tampoco nos hundimos en el pasado. Recordamos para no olvidar, lo bueno y lo malo, entendiendo que las cosas fueron de otra manera que no volverá más. Y aunque a veces su voz se corta a la mitad de una historia de solo recordar a alguien que ya no está o al pensar y revivir un momento grabado en su memoria, Meña más que nadie, sabe disfrutar de lo que tenemos hoy. 

Quizá por esto el compartir con ella sea uno de los tantos regalos que me ha traído esta pandemia, aún incluyendo las varias semanas que nos tomó acostumbrarnos la una a la otra, cuando las costumbres de cada cual de vivir en solitario, reaccionaron a la nueva compañía. 

Eugenia, como la saludo en las mañanas, resolvió el tema antes de tiempo. Encontró el remedio perfecto para enfrentar la adversidad. Sus días que comienzan y transcurren siempre igual, están marcados por la inagotable magia que ella no deja de encontrar en la quietud, la calma, la rutina. 

Pocos podrían hacer de la monotonía un acto de tanta gracia y disfrute como ella. Yo la observo detenidamente y en mis días más inquietos, la envidio. 

Su refugio e ilusión son las cosas más simples: saludar a las plantas del jardín, llevar las frutas a los pajaritos, su café y sus galletas de la mañana, pintar por las tardes, las llamadas de rutina. Suena a poco, pero lo es todo. 

Disfrutar de las cosas más pequeñas, asombrarnos constantemente, nos permite aceptar con mayor facilidad lo que la vida tenga para darnos. Viviendo desde ese lugar nos es más fácil encontrar nuevas oportunidades, sacar provecho de los cambios propios y ajenos, y tener estos detalles rutinarios a los que amarrarnos cuando todo lo demás parezca incierto. 

-

A principios de abril estuve acá 10 días, mi estancia más larga con ella hasta ahora. Cada mañana salía a la terraza a escribir para enviarles estos remedios. A mi derecha en la punta de un rosal que aspiraba a tocar el cielo, se lucía una flor. Enmarcada por la sombra que se reflejaba alrededor de esa hora sobre la pared, me acompañó durante toda mi estadía. En mi último día la busqué como de costumbre, pero ya no estaba. Me la encontré más tarde en el baño, donde Meña la había puesto en un pequeño florero para mí. 

Estos pequeños detalles son lo que deberían dar sentido siempre a nuestros días, a nuestras vidas. Fue justo así que Común & Silvestre comenzó, intentando encontrar lo extraordinario en lo ordinario. 

 
 
 
Laura Escobar